jueves, 29 de mayo de 2014

LOS ELOHIM NUESTROS CREADORES

El Génesis nada nos dice acerca de la naturaleza de los Elohim (palabra erróneamente traducida por la de “Dios”), los creadores, según la Escritura hebrea, y que ya existían al empezar la escena. Dice el Génesis que en el principio de los Elohim crearon cielos y tierra. En millares de obras se ha discutido la naturaleza de los Elohim; pero... sin resultado... Los Elohim son siete, ya se consideren como potestades naturales, dioses, constelaciones, espíritus planetarios... pitris, patriarcas, manus o padres de los tiempos primitivos. Sin embargo, los gnósticos y los cabalistas judíos han perpetuado acerca de los Elohim del Génesis un relato que nos permite identificarlos con otras formas de las siete potestades primordiales... Sus nombres son: Ildabaoth, Jehovah o Jao, Sabaoth, Adonai, Eloeo, Oreo y Astanfeo. Significa Ildabaoth el Señor Dios de los padres, es decir, de los Padres que preceden al Padre, y así los siete Elohim se identifican con los siete Pitris o Padres de la India (Ireneo, B. I. XXX, 5). Además, los Elohim hebreos eran preexistentes en nombr y naturaleza, como las divinidades o potestades fenicias. Sanchoniathon los menciona por su nombre y los llama auxiliares de Cronos o el Tiempo. En este aspecto, los Elohim son en el cielo guardianes del Tiempo. Según la mitología fenicia, los Elohim son los siete hijos de Sydik (Melquisedek), idénticos a los siete Kabiris, que en Egipto son los siete hijos de de Ptah, o Espíritus de Ra en el Libro de los Muertos... En América son los siete Hohgates... en Asiria los siete Lumazi... Siempre son siete en número... y Kab que significa girar alrededor, es la raíz de la palabra “Kab-iri”... En Asiria eran también los Ili o Dioses, ¡siete en total!... Nacieron de la Madre en el Espacio (17) y pasaron después a la esfera del tiempo como auxiliares de Kronos, o hijos del Padre. Según dice Damasceno en su obra Principios primitivos, los magos consideraron el espacio y el tiempo como fuente de toda existencia; y de potestades aéreas, pasaron los dioses a ser vigilantes del tiempo. Se les asignaron siete constelaciones, y como los siete giraban alrededor de la esfera, se les designó con el nombre de los “Compañeros de los Siete marinos”, Rishis o Elohim. Las primeras “Siete Estrellas” no son astros, sino las conductoras de siete constelaciones mayores que con la Osa Mayor describen el círculo del año (18). Los asirios les llamaron los siete Lumazi o guías de los ejércitos de estrellas, o rebaños de ovejas celestes. En la línea hebrea de descenso o involución, los Elohim están identificados, a nuestro entender, por los cabalistas o gnósticos, que encubren la oculta sabiduría o gnosis, cuya clave es absolutamente necesaria para la debida comprensión de la mitología y de la teología... Hay dos constelaciones de siete estrellas cada una a que llamamos Osas; pero las siete estrellas de la Osa Menor se consideraron un tiempo como las siete cabezas del dragón Polar, o sea la bestia de siete cabezas de que hablan los himnos akadianos y el Apocalipsis de San Juan. El dragón mítico tuvo su origen en el cocodrilo, el dragón de Egipto... Ahora bien; en un culto particular de Sut-Tifon, el dios principal, Sevekh, [el séptuple]. Tenía cabeza de cocodrilo igual que la serpiente, y su constelación era el Dragón... En Egipto, la Osa Mayor era la constelación de Tifon oKepha, la vieja generadora, llamada Madre de las Revoluciones; y el Dragón de siete cabezas era su hijo, Sevekh-cronos o saturno, llamado el Dragón de la Vida. El dragón típico o serpiente de siete cabezas fue femenino en un principio, y después se continuó el tipo como masculino en su hijo Sevekh, la Serpiente séptuple, en Ea la séptuple... En Iao Chnubis y otros símbolos. En el Libro de la Revelación hallamos la Dama Escarlata, madre del misterio, la gran ramera que aparece con los órganos de la generación en la mano, montada en una bestia de color de escarlata, con siete cabezas, que es el dragón rojo polar. Era emblema de los sexos masculino y femenino, que los egipcios situaban en el centro polar, el útero de la creación, indicado por la constelación del Dragón en la celeste cuna septentrional del Tiempo. Giraban ambas alrededor del polo celeste o eje del movimiento estelar. En el Libro de Enoch ambas constelaciones son identificadas con Levistán y Behemoth-Bekmut, iguales al Dragón y al Hipopótamo u Osa Mayor, que constituyen la primera pareja creada en el jardín del Edén. Así es que Kefa o Kepha, la primera madre según los egipcios, cuyo nombre significa “misterio”, fue el tipo originario de la Chavah hebrea, llamada después Eva. Por lo tanto, Adán es idéntico al séptuple Sevekh, o Dragón solar en quien se combinan la luz y las tinieblas; y la séptuple naturaleza se simboliza en los siete rayos del gnóstico Iao-Chnubis, dios del número siete, llamado también Sevekh, que como jefe de los Siete es una de las varias alegorías del primer padre (19).
Todo esto da la clave del prototipo astronómico de las alegorías del Génesis, pero no la del misterio que entraña el séptuple enigma. El hábil egiptólogo muestra asimismo que, según las tradiciones rabínica y gnóstica, Adam era el jefe de los Siete que cayeron del cielo, y los relaciona con los patriarcas, de conformidad con las enseñanzas esotéricas. Porque por mística permutación, y según el misterio de los renacimientos primievales, los Siete Rishis son idénticos a los Siete Prajâpatis, padres y creadores del género humano, y también a los Kumâras, los primeros hijos de Brahmâ, que rehusaron procrear y reproducir. Esta aparente contradicción se explica por la séptuple naturaleza (20) de los hombres celestes o Dhyân Chohans. Esta naturaleza es a propósito para dividir y separar; y mientras los principios superiores (Âtmâ-Buddhi) de los “creadores de hombres” se consideran espíritus de las siete constelaciones, los principios intermedios e inferiores se relacionan con la tierra y se indican:
sin deseo ni pasión, inspirados por la Santa Sabiduría, extraños al Universo y reacios a procrear (21).
Permaneciendo en estado kaumârico (de pureza y virginidad); por lo que se dice que no quisieron engendrar, y por ellos fueron malditos y condenados a nacer y renacer como “Adanes”, según dirían los semitas.
            Copiemos ahora unas cuantas líneas más de la conferencia del erudito orientalista e investigador Massey, para hacer ver que hubo tiempo en que fue universal la doctrina de la constitución septenaria:
            Adán, como padre de los Siete, es idéntico al Atum egipcio... llamado también Adon o sea el Adonai de los hebreos. De este modo, la segunda creación refleja y prosigue en el Génesis la última creación, según los mitos que la explican. La caída de Adán en el mundo inferior le condujo a humanizarse en la tierra, por cuyo procedimiento lo celeste se transmutó en terreno. Tal es la alegoría astronómica que, tomada al pie de la letra, se tradujo en la caída del hombre, equivalente al descenso del alma a la materia, con la consiguiente conversión del ser angélico en ser terrestre...
            ...Así lo vemos en los textos [babilónicos], cuando Ea, el primer padre, “perdonó a los dioses conspiradores” para cuya “redención había creado el género humano” (22)... Por lo tanto, los Elohim son las Siete Potestades universales, unánimemente admitidas por los egipcios, acadianos, babilonios, persas, indos, britanos, gnósticos y cabalistas. Son los Siete padres precursores del Padre en el cielo, pues fueron muy anteriores a la individualización de la paternidad en la tierra... Cuando los Elohim dicen: “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza”, representan los siete elementos, potestades o almas hacedoras del ser humano que iba a surgir a la existencia, antes de que el Creador fuese representado antropomórficamente o hubiese podido infundir semblante humano al hombre adámico. El primer hombre fue creado a la séptuple imagen de los Elohim, con sus siete elementos, principios o almas (23), y por lo tanto no pudo ser formado a imagen de un solo Dios. Los siete Elohim gnósticos intentaron hacer un hombre a su propia imagen, pero no se lo consintió su falta de potencia viril (24). Así es que su creación en tierra y cielo fue un fracaso... porque les faltaba el alma de la paternidad. Cuando el gnóstico Ildabaoth (25), jefe de los siete, exclamó: “Yo soy Dios y el padre”, su madre Sophia [Achamoth] repuso: “No mientas, Ildabaoth, porque el primer hombre (Anthropos, hijo de Anthropos) (26), está sobre ti”. Esto es, el hombre creado entonces a imagen de la paternidad, era superior a los dioses engendrados tan sólo por la Madre (27). Porque según había sido primero en la tierra, así fue después en el cielo (28); y por lo tanto los dioses primarios carecían de alma como las primitivas razas humanas... Los gnósticos enseñaban que los Espíritus malignos, o Septenario inferior, derivaron su forma original de la gran Madre que engendraba sin paternidad. Por lo tanto, a imagen del séptuple Elohim fueron formadas las siete razas preadámicas, anteriores a la paternidad individualizada en la segunda creación hebrea (29).
            Esto muestra suficientemente cómo el eco de la Doctrina Secreta repercutió por todos los ámbitos del globo, afirmando que las tercera y cuarta razas o especies humanas se completaron con la encarnación de los Mânasa Purtra o Hijos de la Inteligencia o Sabiduría. Sin embargo, aunque los judíos tomaron prestadas de otros pueblos más antiguos las bases de su revelación, sólo poseyeron tres de las siete claves; la astronómica, la númérica (metrología), y la fisiológica, para combinar sus alegorías nacionales, resultando de ello la religión más fálica de todas, transmitida en gran parte a la teología cristiana, según se desprende de los pasajes extractados de las Conferencias del egiptólogo Massey, y más particularmente de la explicación que de la “paternidad” da en las alegorías

Fuente: Doctrina secreta volumen 5